La caldera de gasóleo es un buena opción para calefacción y agua caliente, pero se debe realizar un mantenimiento periódico para su buen funcionamiento.

Las calderas de gasoil cuando funcionan correctamente apenas generan hollín, señal de una buena combustión. Pero con los años se acumulan sedimentos en la cámara de combustión  y en los pasos de humos, reduciendo la eficiencia energética. En algunos casos estos sedimentos llegan a taponar la salida de humos de la caldera, que provoca una combustión deficiente  y que se produzca hollín. Al final la caldera se bloqueará.

 

Este hollín se adhiere a todas las superficies del interior de la caldera y la chimenea, reduciendo el tiro y actuando como un aislante térmico que impide el intercambio de calor con el agua que queremos calentar. Baja el rendimiento de la caldera y eleva el consumo considerablemente ya que le lleva más tiempo alcanzar la temperatura que le hemos asignado con el termostato.

Una limpieza y deshollinado profundo harán que nuestra caldera vuelva a «respirar». Para ello hay que abrir la caldera y limpiar la cámara de combustión, pasos de humos y todo el tiro de chimenea hasta  su salida al exterior.

Una caldera que no se encuentre  limpia y correctamente reglada, puede estar consumiendo hasta un 30% más de combustible o  incluso pararse por falta de tiro. Además, aumenta las emisiones de CO2, con  efecto invernadero,  y de partículas contaminantes.